lunes, 12 de septiembre de 2011

Vik, Playa Negra, Dyrholaey y la foca curiosa.
















Una vez salimos de la F-985 nuestro siguiente destino son los arcos de piedra de Dyrholaey. Dormimos en el camping de Vik y por primera vez el famoso viento islandes hace acto de presencia. El coche se mueve una barbaridad y hasta las pegatinas parecen que las va a arrancar.


Con la tienda de techo subida, el coche es como una vela. Afortunadamente, dentro ni se nota.

Además, el camping está equipado con una gran zona común, y allí es donde está todo el mundo.





Esta es una buena oportunidad para conocer gente e intercambiar impresiones.


Por unos viajeros que van en autocaravana nos enteramos que esta zona es muy propicia para las tormentas de arena y que incluso algunas de ellas llegan a volcar de la fuerza que bate el viento.


Preparamos la ruta con los mapas por delante y nos dicen que se puede llegar a los arcos cuando la marea está baja. Es un tramo de unos 20 kilómetros con la única dificultad de realizar dos vadeos. Dependiendo de como vaya el agua se puede cruzar o no. Mañana lo veremos.







Salimos temprano en dirección a los arcos. La mañana se ha levantado con mucha niebla y desde los acantilados se ven muy mal. Por otra parte comienzan a llegar muchos turistas.


Hicimos unas fotos y rápidamente nos largamos. De todas formas teníamos que venir a verlos.



Buscamos la entrada a la pista que va a la playa y la encontramos sin problemas. Al poco, se interrumpe y un cartel prohibe al paso a los vehículos que no sean 4x4.


Comenzamos a andar y al poco tiempo tenemos que bajar la presión de las ruedas. El firme de arena es muy blando. Metemos reductora y se acabaron los problemas. Visitamos unas cuevas con signos visibles de que habían estado antes...

Por otra parte también acuden los mosquitos. No son como los nuestros, estos apenas te pican pero intentan meterse por la nariz, oído, etc haciéndose muy incomodo.


Y comenzamos a rodar por la playa.


Al poco tiempo Paula ve algo en el agua. Paramos y es una foca que se asoma a nuestro paso. Le pitamos con la bocina del coche y sale del agua a mirarnos. Fue increíble ya que nosotros rodábamos muy lentamente por la arena y ella en el agua nos seguía asomando su cabeza.



A la postre fue uno de los momentos mágicos del viaje.





Llegamos a la desembocadura del río que nos habían dicho y no nos atrevimos a cruzar. la torrentera es muy fuerte y lo que menos confianza no da es que el firme de arena es muy blando y con el peso que nosotros llevamos... Estábamos solos y en caso de quedar atrapados habría sido un problema importante por lo que cogimos una pista paralela que nos llevó otra vez a la carretera.

Nuestro siguiente objetivo, Skogafoss a unos 40 kilómetros de donde nos encontramos.

La cascada es impresionante pero al estar tan cerca de la carretera, es objetivo prioritario de numerosos turistas y nosotros con el paso de los días parece que nos encontramos mas a gusto cuanto mas perdidos estamos, por lo que en poco tiempo nos pusimos en marcha otra vez






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